Los amigos de Diego se enteraron de que él había matado a Jessica. Les mostró el cuerpo en la cajuela de su auto, y ellos, en un acto de cobardía y fidelidad patriarcal, decidieron no avisar a las autoridades…
…Con la finalidad de que los hombres podamos asumir nuestra responsabilidad sobre la violencia machista que ejercemos, y que podamos atenderla desde espacios públicos y privados como hombres sin invadir los espacios que las mujeres han tomado para su reclamo y su lucha.
A todos y a todas nos da terror imaginarnos que una mujer de las que amamos pudiera desaparecer de nuestras vidas arrebatada, pero cuando se logra encontar a una de ellas, entonces queremos examinar el cómo y por qué, en lugar de celebrar que está viva, que no le pasó nada, que regresa con los suyos, que no está en la interminable fila de las que no vuelven jamás. Como sociedad hay que cuestionarle el por qué la encontraron viva y sin ningún daño después de preocuparnos a todos.
Las mujeres no ejercen este tipo de violencia hacia los hombres, no con frecuencia, no como la norma, no de forma sistemática.
…sé que yo no salgo de mi casa pensando que podría ser el último día que lo haga porque una mujer podría violarme y matarme solamente porque puede, ese horrendo pensamiento no me atraviesa cada vez que estoy solo.
Fue la connotada escritora Jessica Valenti en su muy recomendable artículo “when misogynists become terrorists”, publicado por The New York Times en el año 2018, la que en sustitución al relativamente inocente concepto de incels, acuñó el término que le da nombre a esta columna: terrorismo misógino.
Dejemos algo claro: NUNCA las violan y NUNCA las matan por algo que ellas hicieron. A las mujeres las violan y las matan porque los hombres de este país (entre muchos otros) fuimos criados como criaturas violentas y para preservar nuestro estatus de dominadores sobre las mujeres, porque los hombres de México somos violadores y feminicidas.