¡Tú contribuyes al acoso sexual!

Sé que muchos se van a espantar y van a negar de inmediato ser parte de este problema. «Yo nunca he acosado a alguien», «yo defiendo a mis amigas cuando las acosan», etc., etc. Y probablemente estás en lo cierto, tienes toda la razón del mundo en sentir ofensa, o al menos incomodidad en estas palabras. Es justo eso lo que busco provocar cada que escribo esta columna. Quiero que esto te provoque incomodidad y quiero que te preguntes por qué. Lo más probable es que tú como la gran mayoría de personas que vivimos en México, no seas un «acosador» o una «acosadora», o al menos no pienses de tí mismo en esos términos. A nadie nos gusta pensar que somos parte de un problema, o que tenemos una responsabilidad en el rol que jugamos para hacer de tal problema una realidad cotidiana para muchas personas, eso no cambia nada, eres igualmente responsable. Esto no se trata de culpas, sino de responsabilidades, y el acoso sexual que sufren millones de mujeres en México, es tú responsabilidad y mía tambien, y de todos.

Voy a darte algo de información para contexto: Una encuesta realizada por Brain y Win-Gallup International, muestra que en México el 46% de las mujeres encuestadas reporta haber sufrido acoso sexual en algún momento en 2017, este porcentaje es el más alto para todos los países de América.

Si extrapolamos esta cifra a la totalidad de la población femenina en México, estamos hablando de unos 30 millones de mujeres que son acosadas cada año, y estas sólo son cifras reportadas en una encuesta, el dato real podría ser peor, pero no lo sabemos por dos razones: 1) la gran mayoría de casos de acoso sexual nunca será reportado y 2) muchas situaciones de acoso están tan normalizadas que ni siquiera son percibidas como tales.

CNN reporta que de acuerdo a una encuesta realizada por INEGI, en la Ciudad de México, el 96% de las mujeres encuestadas por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía ha experimentado algún tipo de violencia sexual en espacios públicos, y el 58% reportó haber sido manoseada. Y que dependiendo de la ciudad del país, se estiman que son entre 8 y 9 de cada 10 mujeres las que sufrirán algún tipo de acoso en su vida.

Además, existe evidencia sobre cómo, tanto hombres como mujeres, subestiman el número de mujeres que reporta sufrir acoso sexual en su país. Una encuesta realizada por Ipsos Mori, mostró que en muchos países hay una diferencia marcada entre el número de mujeres que reportan sufrir acoso sexual, y el número de mujeres que las personas pensamos que reportan sufrir acoso sexual. Esta diferencia se mostró mayor en los hombres encuestados que en las mujeres.

Esto significa que no solamente no conocemos de fondo la gravedad de la situación que enfrentan las mujeres, sino que ni siquiera nos imaginamos un escenario cercano a la realidad.

Como mujer, si vives en México seguramente has experimentado algún episodio de acoso en tu vida. Como hombre, te reto a que le preguntes a las mujeres cercanas en tu vida: a tu madre, hermana, prima, amiga, compañera del trabajo, si alguna vez han sufrido algún tipo de acoso sexual en la calle, en el trabajo, en el antro… probablemente no quieras conocer la respuesta, porque molesta, porque encabrona. Porque como hombre, no es hasta que lo ves de cerca, vivido y sufrido por tú gente, que puedes empezar a entender la gravedad de la situación.

Este texto está inspirado en varias situaciones y conversaciones que experimenté durante la semana en curso, y que además me hicieron recordar otros episodios de acoso que me tocaron vivir de cerca. También está inspirado en la vergüenza que sentí como hombre al recordar mi participación o mi respuesta en algunos de estos episodios.

Esta semana vi a una mujer visiblemente encolerada narrar el acoso que había vivido en las calles de Saltillo. Su «error» fue ir caminando en short, en un día en el que superamos los 30º C. Una mujer no puede pasear por la calle vestida como le dé la gana porque los animales no saben comportarse. Ella parecía muy afectada por el evento y lo que no entendemos es el nivel de trauma que representa para las personas sufrir estas experiencias. Hay mujeres que cambian su estilo de vida por completo para evitar volver a ser víctimas de una situación así. Por algo en lo que nunca tuvieron un ápice de responsabilidad.

Esta misma semana, una amiga me platicaba que fue a un antro con short y una blusa con escote, y que la hicieron sentir súper incómoda por cómo se le quedaban viendo. Y que como no fue con amigos hombres, pues llegaban tipos a querer invitarle shots y a presionarla para que se los tomara porque ella no estaba bebiendo.

En alguna ocasión vi a un grupo de hombres ladrar y aullar cuando pasaba cerca una mujer, pasaba todo el tiempo en «el ejido» del Instituto Tecnológico de Saltillo, no sé si esto siga ocurriendo allí. Aquella vez no dije nada, no hice nada, dejé que pasara. Era una práctica común, era «lo normal». Además las responsabilizaban diciendo que «si ya saben a lo que se atienen para qué pasan por ahí».

Hablando de responsabilizar a las mujeres del acoso que sufren, recuerdo una vez que una ex-novia me platicó de un episodio de acoso y abuso sexual que sufrió en un viaje en autobús… mi respuesta fue: «¿Y por qué no hiciste nada? ¿Por qué no dijiste nada?». La hice responsable a ella de lo que había vivido y de no tomar acción al respecto. Quisiera haber sido un mejor apoyo para ella y decirle solamente lo mucho que lamentaba que hubiera pasado eso y lo mucho que me dolía a mí también.

Hace unos 15 años en un viaje con mi primo y mi hermano en Puerto Vallarta fuimos a un antro y bebimos mucho. Había un grupo de chicas y estuvimos platicando con ellas, yo seguí bebiendo demás y no recuerdo muy bien lo que pasó. Lo que sí recuerdo es que mi primo habló conmigo y me dijo que una de las chicas se quejó con él porque yo la estaba incomodando con mis avances. Nos fuimos y ya no las volví a ver nunca, pero igual me sentí mal por lo ocurrido. Yo podría culpar al alcohol y poner mil excusas, quisiera no haber sido esa persona esa noche, pero eso no cambia en nada cómo se sintió ella. Y es que de esto se trata, no importan las intenciones, sino el impacto de las acciones. Pero entonces me parecía «lo normal»; querer ligar con una chava en el antro en un viaje en la playa era lo que todos hacían, y sentía presión social por hacerlo, porque cuando platicara con los amigos sobre mi viaje, había que contarles que conocí unas chicas guapísimas y que por supuesto que ligué. Así que si ella estaba ahí, y estaba sola, había que hacer todo por ligar. Ahora que lo escribo así me parece ridículo (porque lo es).

Recuerdo que mi madre fue víctima de acoso sexual en el trabajo en más de una ocasión cuando yo era niño y ella era una viuda de 30 y tantos. Solamente me enteré de uno de ellos, y recuerdo que tenía 12 o 13 años y sentí rabia e impotencia, la misma que vi en los ojos de la chica que compartió su experiencia esta semana. Cuando mi mamá expuso el acoso, le costó su trabajo. La gran mayoría de mujeres que sufren acoso sexual en el trabajo evitan denunciarlo por miedo a perder su empleo, y ese miedo está absolutamente justificado, porque sí las corremos cuando denuncian, y luego no las queremos contratar en otros lados porque las etiquetamos como «problemáticas».

Tenemos que dejar de responsabilizar a las víctimas de acoso sexual por el acoso que sufren, y tenemos que hacernos responsables nosotros del rol que jugamos en este sistema. Todos somos parte de él y todos hemos contribuido de una u otra manera al estado actual de las cosas, ya sea responsabilizando a las víctimas, o con algunas de nuestras acciones, o con la falta de ellas, o simplemente normalizando actitudes, comportamientos o comentarios en nuestros círculos sociales y lugares de trabajo, que no deben ser normalizados, y que deben ser reconocidos como acoso, o como elementos de promoción o tolerancia al acoso sexual.

Responsabilizar a la mujer de denunciar a los acosadores, y creer que esto va a frenar los acosos, es una falacia. La denuncia no cambia el comportamiento de la población y hay evidencia científica de ello. Sabemos que las condiciones organizacionales y no las características individuales son el principal predictor del acoso sexual (Hulin, et al., 1996; Pryor, et al., 1993). Fitzgerald y Cortina (2018) detallan que «aunque es cierto que algunos individuos son más propensos a acosar que otros, la investigación sugiere que ésta propensidad es mayormente fundada en actitudes hacia la sexualidad, el sexismo hostil, y las creencias sobre roles propios para hombres y mujeres, que son características no necesariamente inmediatamente aparentes».

Entonces no sirve que nos enfoquemos en facilitar y promover las denuncias, eso no atiende la raíz del problema, que se resume en las condiciones sociales que hemos creado en nuestro país y que propician el acoso sexual por parte de los hombres a las mujeres.

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¿Qué podemos hacer para frenar el acoso sexual en México?

Si eres mujer, no tengo consejos para ti, solamente una sincera disculpa por haber contribuido al estado actual de las cosas. Yo me hago responsable de mi parte, de quedarme callado cuando les ladraban en el Tec, de responsabilizar mujeres del acoso que sufrieron, de ser yo quien incomodaba a una mujer con mis avances, de todo lo que me corresponde, lo que hice, dejé de hacer y que pudiera hacer en el futuro, porque aunque soy mucho más consciente de estas cosas ahora, también fui criado en una sociedad sumamente machista en donde muchos comportamientos «normales» que manifiesto todos los días, siguen contribuyendo a esta cultura. Todo esto lo asumo, lo lamento y te ofrezco una disculpa por ello.

Si eres hombre, creo que lo primero que podemos hacer es tratar de ser más conscientes de cómo lo que decimos o hacemos puede hacer sentir a las mujeres a nuestro alrededor. Repito: no importan las intenciones, sino el impacto de nuestras acciones.

Desde mi experiencia personal, lo que yo hago es: no quedarme callado cuando veo o escucho una situación de acoso, no responsabilizo a las víctimas de acoso sexual por haberlo sufrido, aliento a que denuncien siempre el acoso y las apoyo con mi testimonio siempre que puedo, en lugares de esparcimiento me voy de la mesa de mujeres si no soy claramente bienvenido, trato de evitar que mis amigos hombres acosen o incomoden mujeres con su actitud y/o sus comentarios, si veo una mujer en la calle no le pito, chiflo, grito, hablo, ni me le quedo viendo, si va caminando sola procuro ni siquiera voltear a verla, cambio de banqueta si puedo, entiendo que yo no controlo cómo ella me percibe, y por eso es mejor ni acercarme. No es mucho, pero desde lo invididual esos cambios ayudan.

Desde lo colectivo, tenemos que exigir que en los centros de educación, lugares de trabajo, lugares de esparcimiento y espacios públicos, existan normas, reglamentos y leyes que protejan a las mujeres del acoso sexual y tenemos también que exigir que se erradique la impunidad para quienes cometen acoso sexual.

Los estudios han mostrado que manejar normas estrictas y un clima que no tolera el comportamiento ofensivo, puede inhibir el acoso incluso en personas con propensidad a realizarlo (Fitzgerald, Hulin, et al. 1997; Pryor, et al., 1993; Willness et al., 2007). Si queremos reducir el acoso sexual, tenemos que cambiar las condiciones de comportamiento permisible del lugar en donde una mujer podría sufrir acoso sexual, es decir, todos los espacios donde convivimos. No es fácil ni va a pasar de un día para otro, pero si promovemos cambios en las políticas públicas, estas pueden ayudar mucho a cambiar la cultura.

Ojalá esto te haya hecho sentir incomodidad y te motive a hacer algo para cambiar esta situación, para mí sí fue incómodo escribirlo y publicarlo.

Josué Lavandeira – josue_lavandeira@alumni.harvard.edu

Sé que este no es un artículo científico, pero te dejo las referencias por si gustas leer los estudios:

Fitzgerald, L.F. & Cortina, L.M. (2018). Sexual harassment in work organizations: A view from the twenty-first century. In J.W. White & C. Travis (Eds.), Handbook on the Psychology of Women. Washington, DC: American Psychological Association.

Fitzgerald, L. F., Drasgow, F., Hulin, C. L., Gelfand, M.J., & Magley, V.J. (1997). The antecedents and consequences of sexual harassment in organizations: A test of an integrated model. Journal of Applied Psychology, 82, 578-589.

Hulin, C. L., Fitzgerald, L. F., & Drasgow, F. (1996). Organizational influences on sexual harassment. In M. Stockdale (Ed.), Sexual harassment in the workplace, 5, 127-150 Thousand Oaks, CA: Sage.

Pryor, J.B. LaVite, C.M., & Stoller, L.M. (1993). A social psychological analysis of sexual harassment: The person/situation interaction. Journal of Vocational Behavior. 42, 68-83.

Willness, C. R., Steel, P., & Lee, K. (2007). A meta‐analysis of the antecedents and consequences of workplace sexual harassment. Personnel Psychology, 60(1), 127-162.

2 comentarios de “¡Tú contribuyes al acoso sexual!”

  1. Muchísimas felicidades !!! Me encanto cómo escribes creo sinceramente que esto qué haces va a ayudar a generar un cambio en nuestra sociedad gracias ?

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