Las reacciones internacionales al anuncio de la dimisión de la Primer Ministro del Reino Unido, Theresa May, el pasado 23 de mayo evidenciaron una violenta y arcaica práctica de los medios masivos de comunicación y las redes sociales en contra de las mujeres: la humillación por mostrar emociones (emotion shaming).
(Viajemos al pasado) Fue en el año 2017, mientras leía el libro de Hillary Clinton sobre su campaña por la presidencia de Estados Unidos (what happened), que empecé a tomar conciencia sobre este desagradable fenómeno. La otrora Primera Dama, Senadora, Secretaria de Estado y Candidata Presidencial denunció: “Cuando un hombre golpea el pódium durante un discurso, este acto se interpreta como señal de fortaleza y hartazgo que empatiza con el electorado. Hecho por una mujer, sin embargo, se interpreta como una señal de mal temperamento y poco autocontrol que le afecta negativamente en las encuestas. Mucha razón tiene la Señora Clinton –pensé– y ahí quedó todo.
(Volvamos al presente) A través de twitter fui siguiendo durante el día el tsunami noticioso que provocó el anuncio de la Primer Ministro. A escasos metros de la afamada puerta azabache del Número 10 de Downing Street la Señora May pronunció un discurso de poco más de seis minutos, en el cual destacó los avances realizados por su administración y reconoció que la mejor manera para servir a los intereses de su país era hacerse a un lado para que un nuevo liderazgo tomara las riendas de lo que ella describió –con sobrada razón– como “el mayor reto que cualquier gobierno haya tenido que enfrentar en tiempos de paz”: el Brexit. Fue en los últimos cinco segundos de su intervención, al hablar sobre el honor que representó para ella servir a su nación, que la dignataria mostró una gran emoción y desbordó en llanto anta la nostalgia de tener que abandonar el cargo sin haber logrado llevar a buen puerto (debido a la imposibilidad de la Cámara de los Comunes de ponerse de acuerdo) el mandato que recibió del pueblo británico.
Aunque no comparto –ni remotamente– la decisión de la mayoría del pueblo británico por abandonar la Unión Europea y en ese sentido tampoco los esfuerzos de Theresa May por perpetuar tal decisión, lo cierto es que la segunda mujer en la historia del Reino Unido en ocupar semejante cargo logró negociar un acuerdo de salida (en mi opinión) bastante pragmático ante las poderosas autoridades comunitarias europeas y eso me parece digno de un gran reconocimiento. Es aquí donde empieza mi desagradable sorpresa. La imagen de May que recorrió el mundo y que seguramente quedará grabada en la posteridad de la imaginería popular, acompañada de sendos titulares con la palabra “derrota” en letras capitales, fue la de los últimos segundos de su alocución. Ahí donde se le ve llorar.
Según Daniel Goleman, autor bestseller y gurú de la inteligencia emocional, mostrar emociones públicamente puede ser señal de una gran inteligencia. Ojalá que las mujeres sean libres de hacerlo de hoy en adelante.
Arturo Valdez –arturoe.valdezf@gmail.com
Agradezco la reflexión que indica que todo ser pensante y evolucionado debe expresar sus emociones. Estas letras viniendo de un hombre me parece lo más relevante de todo. Enhorabuena!!!!