El Maldito #MeToo

En mi planeación, ésta no era la columna que publicaría esta semana, pero debido a los eventos que han sucedido recientemente, y que han llamado fuertemente mi atención, decidí atender al tema del suicidio del músico mexicano Armando Vega Gil, y de la respuesta masiva ante este evento.

Esta última semana, el músico mexicano Armando Vega Gil, integrante fundador de la banda mexicana Botellita de Jeréz terminó con su vida. Dejó a través de su cuenta de Twitter una carta póstuma, en la aunque pide no se culpe a nadie, deja claro que señala como causa de sus actos a las acusaciones que recibió como parte del movimiento #MeTooMúsicosMexicanos. Dando click aquí pueden dar seguimiento a las acusaciones recibidas por el músico.

Carta póstuma publicada en la cuenta de Twitter @ArmandoVegaGil

Debido a la ola de respuestas de odio y repulsión hacia el movimiento #MeToo que esto ha generado, me pareció importante atender el tema. Así que deseo externar lo molesto que me resulta ver a tanta gente expresarse sobre lo terrible que es la existencia de este movimiento, en un medio donde las mujeres que denuncian acosos y abusos puedan esconderse en el anonimato. Cuánto me molesta leer publicaciones que dicen cómo esas acusaciones irresponsables y desde el anonimato destruyen las vidas de personas, y cómo las mujeres deberían dejar de usar medios como este para exponer conductas de acoso y abuso por parte de los hombres. Trataré pues, de explicar mi molestia.

Lo primero que debo aclarar es que creo que el suicidio de Armando Vega Gil es una tragedia lamentable, como lo es siempre que una persona decide terminar con su vida. Creo además que cuando alguien hace una acusación de un tema tan grave, como hizo esta chica, debería ser obligación de los agentes de justicia abrir por defecto una investigación al respecto, y ejecutar las consecuencias legales resultantes de esa investigación, incluyendo penas duras si la acusación resultara una calumnia (ojo: no es lo mismo que no existan pruebas suficientes para sentenciar al acusado, a que la acusación resulte ser falsa), porque creo que una acusación falsa de este tipo puede ser sumamente destructiva para la salud mental de una persona. En mi opinión, las redes sociales deberían además exigir la autenticación de la identidad personal en sus cuentas, con el fin de evitar cuentas de bots y trolls, y el uso irresponsable de estos medios bajo el escudo del anonimato.

Habiendo detallado mi postura ante estos temas, argumentaré desde una perspectiva personalísima, por qué me parece indignante y absurda la respuesta de tanta gente al suicidio de Armando Vega Gil:

México es un país en el que cada 18 segundos violentan sexualmente a una mujer, según datos de la periodista Lydia Cacho. El Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio estima que el 90% de las violaciones no se denuncian, y de las denuncias que se presentan, el 95% de los acusados saldrán impunes. Además el mismo organismo, considera que existe una triple victimización de las mujeres violadas, primero al sufrir la agresión sexual; después al no contar con los medios para presentar una denuncia y recibir servicios adecuados; y finalmente al enfrentar el juicio y culpabilización de la sociedad por no haber evitado ese daño a su salud. Debido a esto, y según el MEMyEV, el 90% de las mujeres que han denunciado un abuso sexual, reportan sentir que no tomaron una buena decisión al hacerlo.

Bajo este escenario, resulta inverosímil pensar, que las mujeres no buscarán medios más efectivos para denunciar los constantes acosos y abusos que sufren por parte de los hombres, en la vida diaria de nuestro país. Y además, es ridículo querer comparar la dimensión de este problema con el de hombres que sufren acoso sexual.

Mientras tanto, a un grupo de hombres le pareció que la respuesta correcta era crear una cuenta en Twitter para publicar packs y denuncias de acoso de mujeres a hombres, porque «hay que equilibrar el terreno». No mencionaré la cuenta para no darle publicidad. Creo que quienes están detrás de esto, muestran su misoginia, su ferviente deseo de proteger los privilegios de los que gozamos como hombres, y un profundo desconocimiento de la situación de violencia de género que se vive en nuestro país. Es justamente este tipo de conductas de los hombres las que luchamos por erradicar en #MEJORESHombres.

El movimiento de #MeToo proporciona a las mujeres que no denuncian -debido a todas las dificultades que representa denunciar un acto de esta naturaleza-, un espacio de mayor seguridad, apoyo sororal, y en muchas ocasiones, uno que resulta en mayores consecuencias para sus victimarios que nuestro fallido sistema judicial. Es decir, #MeToo es un espacio que dio voz a muchas mujeres silenciadas ¿Será esa voz utilizada siempre con responsabilidad? Seguramente que no ¿El movimiento era y es necesario? Por supuesto que sí.

Hace poco en mi ciudad, alumnas de una institución educativa colocaron en su escuela una urna para que las mujeres pudieran denunciar de manera anónima el acoso y abusos que sufren como estudiantes de dicha institución. Los resultados de este ejercicio incluyeron numerosas denuncias, muchas de ellas de gravedad. Como respuesta a ello, la institución actuó seriamente para apoyar la interposición de denuncias ante las autoridades correspondientes, y de inmediato crearon un protocolo de actuación para prevenir, atender, sancionar y erradicar la violencia de género al interior de la institución, e iniciaron el proceso para dotar a este protocolo de los mecanismos adecuados para salvaguardar la seguridad, ante el acoso, de todas las personas que forman parte de la institución.

El acoso y abusos los sufrían muchas mujeres en la institución desde mucho antes que colocaran esa urna, pero fue la provisión de un espacio seguro y libre de juicios para la denuncia, lo que provocó que muchas mujeres pudieran encontrar el valor necesario para alzar su voz. Y como consecuencia, provocaron un llamado a la acción de parte de las autoridades a nivel institucional, para prevenir la ocurrencia de estos abusos en la institución, y para terminar de tajo con la impunidad ante ellos.

De este mismo modo, el movimiento #MeToo ha dado pie a destapar abusos que permanecían por décadas en la oscuridad, y han provocado reacciones institucionales para la prevención y atención al acoso y abuso sexual. En muchos casos, de la mano del miedo al estigma que acarrea el que un abuso de este tipo ocurra al interior de una organización ¿Le tienen miedo a que el nombre de su organización sea asociado con #MeToo? ¡Qué bueno! Porque antes no le tenían miedo a las denuncias serias, las escondían en el archivero ¿Ven como el #MeToo sí atiende el problema del acoso y abuso sexual a mujeres?

La muerte del músico Armando Vega Gil por propia mano, es trágica, pero no podemos hacer responsable de tal acto a quienes expresaron su denuncia, de forma anónima o no, en una red social. No hubo ni una denuncia formal, no se abrió una investigación, no había aún ninguna prueba que respaldara las acusaciones. Y ahora jamás las habrá.

En caso de que fueran ciertas las acusaciones ¿De verdad creen que estas mujeres deberían ahora salir del anonimato para buscar la verdad? Ahora que se exponen a un linchamiento (literalmente, sus vidas correría peligro), ahora que el difunto las responsabiliza de la condición del hijo que él decidió dejar en orfandad paterna, como si el acoso o abuso sexual no fueran trauma suficiente. Es casi incontestable que jamás conoceremos la verdad. Pero sin saberla, todos se amontonaron de inmediato a culpar a las mujeres por la muerte de Armando, a esas estúpidas «feminazis», que andan con las tetas de fuera y rayando monumentos, esas que destruyen las vidas de inocentes con sus acusaciones vacías, ellas y su maldito #MeToo. Porque «antes creerle a cualquier hombre que a cualquier mujer». Esta historia se repite infinidad de veces, cada vez que las mujeres levantan la voz contra la violencia que sufren.

Imagina por un momento que una mujer que amas es acosada o abusada sexualmente. Imagina que por años lo oculta y sufre ese dolor en soledad. Imagina que finalmente se atreve a hablar de ello, y acto seguido, el acusado se suicida y la responsabiliza. Imagina que entonces se disparan incontables expresiones de odio en su contra ¿Cambian las cosas cuando se trata de alguien que sí te importa? ¿Sólo las mujeres que tú amas son las que merecen el derecho de hablar su verdad? ¿La vas a linchar en tus redes sociales igual que linchaste a una desconocida? Cito al Profesor Cornel West: «Cuando la catástrofe te golpea a ti, tu utilitarismo se va al infierno».

En esta tragedia, el verdadero acto sin derecho de réplica, fue el de Armando.

Me inclino a pensar que el muy lamentable suicidio de Armando, como los de la abrumadora mayoría de gente físicamente sana que comete suicidio, se debió a la falta de atención a su salud mental, y a la inestabilidad que debió provocar el estrés y ansiedad que acarreó la acusación (es innegable que debe ser mortificante), pero no directamente a la acusación. La atención a la salud, y en especial a la salud mental entre los hombres, se considera en nuestra sociedad una señal de debilidad, de poca hombría, de fragilidad masculina. Es este paradigma el que verdaderamente debemos atacar, para que todos los hombres que atravesamos momentos angustiantes podamos sobrellevarlos con la ayuda que requerimos.

Nuestros enemigos hemos sido nosotros mismos y los conceptos de masculinidad y hombría que nos hemos autoimpuesto, no las mujeres. No el maldito #MeToo. No esa porquería de movimiento que nos obliga a reflexionar: si alguna vez hemos hecho sentir acosada a una mujer con nuestros comentarios o nuestros comportamientos; si alguna vez hemos presionado a una pareja para tener relaciones sexuales cuando esta no quería; si alguna vez hemos hecho temer a una mujer por su seguridad; si cómo nos vemos, o cómo nos presentamos, puede resultar amenazante para una sobreviviente del abuso sexual ¡Que estupidez de movimiento! ¿No? ¿A quién se le ocurre que los hombres tendríamos que ser conscientes o responsables de estas cosas?

Los exhorto compañeros hombres, a que dirijamos por favor nuestros esfuerzos a atacar los problemas que nos llevan a ser cuatro veces más propensos al suicidio que las mujeres. Los invito a que rechacemos las ideas de masculinidades que van en contra del cuidado de nuestro cuerpo y nuestra mente. Y les hago un atento llamado a que luchemos por una sociedad en donde existan medios efectivos y eficientes para prevenir y atender las situaciones de acoso y abuso sexual, hasta que los movimientos como #MeToo dejen de ser necesarios.

Josué Lavandeira – josue_lavandeira@alumni.harvard.edu

2 comentarios de “El Maldito #MeToo”

  1. El acoso sexual, las violaciones, la corrupción y todo mal que hay en la sociedad solamente se puede trabajar respetando la dignidad y el desarrollo de los niños desde que este es recién nacido y no me refiero a no golpear a los niños (mucho menos a abusos sexuales a niños) sino a que antes de ser padres los adultos deben conocer sobre el desarrollo del niño, deben respetarlo y no forzar al niño a llegar a algo para lo que no esta preparado (ya sea caminar, comer, dejar la teta, etc). Deben cambiar el metodo de crianza y dejar de castigar, golpear y amedrentar a los niños, deben cuidar que la forma en la brindan cuidados cuidados primarios como cambio de pañal, limpiar la nariz, etc sean respetuosos con la dignidad del niño. Solo asi el niño podrá saber que el es una persona digna de respeto, que nadie puede tocar su cuerpo de una manera que no le guste, que el tiene puede tomar sus propias decisiones y que los demas las van a respetar, sera un adulto que confiara en si mismo y podra enfrentar retos mas dificiles, aunado a esto sera empatico y respetara a las personas a su alrededor porque sera un adulto autodisciplinado que escoje lo que esta bien no porque nadie lo force sino porque sabe que eso es lo bueno. Solo asi se podran prevenir muchos males de la sociedad.

  2. Y9 fui acosada, amenazada. .tuve que llorar, sufrir y esconderme para que no les hicieran daño a mis hijos…estaba recientemente viuda, temía perder mi trabajo y cuando denuncié me fue peor…todos los gerentes amigos de ese tipo me hicieron la vida imposible. Te ven como la «provocadora» y los pobres tipos se quedaron sin trabajo…gracias a METOO# que les dé esa libertad de hablar y denunciar…un hombre que se suicida, muy triste, pero esa no era solución…

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