Estaba en el secundario cuando tuve mi primer amigo homosexual. Lo admiraba, nunca se lo dije. Con sus 15 años caminaba por los pasillos como bailando. Era el centro de atención en aquel colegio público de la Córdoba del 2004. Murmuraban, señalaban, burlaban. Rara vez lo vi volver la mirada sobre el hombro y revolear los ojos, él caminaba con pasos bien dados por esos pasillos, entre las miradas, entre las burlas. Yo quería ser como él, genuino, valiente, nunca se lo dije. Alguna vez me preguntó como hacía para ser su amigo y también serlo de quienes lo odiaban, con quienes yo jugaba a la pelota… Siendo falso, siendo cobarde, así lo lograba. Ansiaba lo genuino, ser sin esfuerzo, ser sin caretas.